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Biografía de Eugène Atget


 

    

 

    Eugène Atget

  

 

 

 

 

El Maestro de maestros 

Jean Eugène Auguste Atget nació el 12 de febrero de 1857, Libourne, Gironda (Francia), falleció el 4 de agosto de 1927, París.  

Aún joven, viaja a Uruguay: quiere ser marino, profesión que deshecha al poco tiempo. Forma parte de una compañía ambulante de teatro. No le encargan los papeles principales, debido a su poco agradecido físico y a su fuerte acento regional. Otra vez en París intenta ser pintor, pero de nuevo no tiene suerte.

Atget estudió en el Conservatoire d´Art Dramatique en París de 1879 a 1881. Fue básicamente autodidacta en fotografía y comenzó a los 40 años. En 1895 conoció a Valentine Delafosse quien, además de ser su esposa, se convirtió eventualmente en asistente, una mujer que toda su vida tuvo una salud muy frágil.

Como fotógrafo suministra material a los pintores de estudio de la época, los cuales incorporan a sus cuadros los detalles, flores, objetos y árboles que registra con su cámara. Él consideraba sus fotografías como documentos para artistas.

La lista de pintores que le compraban fotos, era larguísima. Entre ellos se contaban Derain, Vlaminck, Utrillo y Braque. Pero ninguno apreció el arte del fotógrafo. Para ellos también eran documentos que recreaban con sus paletas.

Utilizaba una cámara de madera marca Chambord, una humilde y sólida máquina de placa de vidrio formato 18 x 24, al contrario de lo que piensan muchos, soto tenía un par de objetivos, pero el gran angular es la lente con que se realizaron la mayoría de las imágenes de Atget.

La cámara iba montada sobre un enorme trípode de madera, conocemos el aspecto que tenía Atget,  gracias a los numerosos reflejos de su figura, cubierta por el paño negro, que descubrimos sorprendidos en los escaparates de las tiendas o en los espejos de algunas chimeneas falsas; Atget no se preocupó de eliminados, tal vez por casualidad al principio, por descuido en ocasiones y en otras, quizá, por diversión.

Si a la cámara y al trípode añadimos el cajón con doce placas de vidrio de 18 x 24 cm., aunque ya existían los negativos flexibles él nunca los utilizó, todo pesaba más de 20 kilos, lo que el alto, enjuto y un poco encorvado Atget cargaba sobre sus hombros, a lo largo de kilómetros y más kilómetros; y ello durante el cuarto de siglo largo que le quedaba de vida.

Las copias las hacía por contacto, al sol, en el balcón, en papel al citrato, una técnica del siglo XIX.

Man Ray le preguntó por qué utilizaba un método tan antigüo y complicado, le respondió simplemente que no sabía otro.

Atget no tenía medio de locomoción alguno y para visitar a sus clientes caminaba con su pesada cámara a cuestas. Era un caminante muy observador, además de un excelente fotógrafo.

No es ningún descubrimiento decir que para conocer íntimamente una ciudad no hay otra forma que recorrerla a pié.

Viaja en autobús o en metro. En un cuaderno suyo que se conserva, figuran las direcciones de sus clientes con la parada de metro más próxima.

También trabaja para ciertos organismos oficiales como la Comisión del Viejo París y la Biblioteca Histórica de la Villa de París, para los que realiza diferentes series: París pintoresco 1898-1900, El viejo París 1898. El arte en el viejo París 1900, La topografía del viejo París 1901, París Pintoresco 1910.

Sus fotografías están realizadas a primeras horas de la mañana (se le solicitaba que no aparecieran personas) ya que el interés oficial se orienta hacia los monumentos históricos.

Recorre uno a uno los diferentes barrios de París. Amplía su objetivo de reflejar los monumentos históricos a todo edificio o lugar que le despierta interés. No está interesado en el Gran París de Hausmann, él está interesado en el París que cambia constantemente.

Al final de su vida se sugestiona con el París que está  desapareciendo, hay textos en sus fotografías que indican la próxima desaparición de los elementos que figuran en las mismas.

Debido a un cúmulo de circunstancias, sus fotografías analizadas hoy reflejan algo que es posible que él ignorase en el momento de realizarlas: Un París que ya no existe, la ausencia de personas o más bien la presencia fantasmal de las mismas.

Este análisis de sus fotografías fue ya realizado en su tiempo por fotógrafos como la estadounidense Berenice Abbott, que le tomó los únicos retratos que existen, lo llamó "el amante de París, el Balzac de la cámara".

Man Ray le presenta a los surrealistas. Le proponen publicar alguna foto en el número de Junio de 1926 de la revista La Revolución Surrealista (Corset de 1912). Atget dice: no incluyan mi nombre. Las fotos que tomo son simples documentos.

En 1926 falleció su esposa, Valentine Delafosse, de la que estaba profundamente enamorado. De allí en más, ya no le quedaba nada que lo aferrase a la vida. Podríamos decir que se dejó morir el 4 de agosto de 1927. El médico que extendió el certificado de defunción no pudo determinar la causa. Sólo murió. Ese día Paris sin saberlo estuvo de luto, había fallecido un grande.

La fotógrafa Berenice Abbott le compró al hermano de Atget unos diez mil negativos, quien no sabía muy bien para qué guardarlos y los dólares le resultaron por demás atractivos.

De esta manera, prácticamente la totalidad de la obra de Atget (veintiocho años de registros de la vida cotidiana de París), llegó a los Estados Unidos.

La propia Berenice Abbot se encargó de realizar cientos de copias que se encuentran, como obras de arte, en muchos museos estadounidenses, para que se conociera su legado.

Su trabajo tuvo influencia sobre artistas como Brassaï y Ansel Adams.

El primer libro acerca de su obra fue publicado cuatro años después de su muerte. Sus fotografías han sido incluidas en varias exposiciones, entre las que se encuentran la primera exposición modernista en Stuttgart, 1929, llamada Film und Foto, y una gran retrospectiva en el Metropolitan Museum of Art, en Nueva York en 1952 llamada The Paris of Atget.

En 1968 el MOMA de Nueva York adquiere los 10.000  negativos.

Sus fotografías son una visión artística, estética y brillante del viejo París, excelentes composiciones, un manejo único de la luz y la profundidad de aquellos paisajes urbanos, el paso de un siglo a otro, que conmueve en todos sus detalles. Son como fotografías hechas con pincel y sin pretenderlo había inventado la moderna fotografía.

Por eso a Eugene Atget se lo considera Maestro de maestros, sin fotómetros, sin telémetros, con una vieja y pesada cámara, logró expresarse a través de la fotografía que lo hizo inmortal, esa inmortalidad que solo ostentan los que con un talento inigualable, ingresan al Salón de los Grandes Artistas de la Historia.-

Jorge Monetta                      


En breve iré incorporando otros fotògrafos que también están considerados como, Los Maestros.

 

 

 

 

 

 

 

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